FRAGMENTOS DE CAMPO.


XI

Miré el cadáver, su raudo orden visible
Y el desorden lentísimo de su alma;
Le vi sobrevivir; hubo en su boca
La edad entrecortada de dos bocas.
Le gritaron su número: pedazos.
Le gritaron su amor: ¡más le valiera!
Le gritaron su bala: ¡también muerta!
Y su orden digestivo sosteníase
Y el desorden de su alma, atrás, en el balde.
Le dejaron y oyeron, y es entonces

Que el cadáver
Casi vivió en secreto, en un instante;
Mas le auscultaron mentalmente, ¡y fechas!
Llorándole al oído, ¡y también fechas!

3 de septiembre de 1937

España, aparta de mí este cáliz
Cesar Vallejo



 El campo geográfico que se sitúa la obra es un espacio corpóreo y mental el que nos da la noción de un objeto (cuerno). El cual despojado de su sitio cotidiano y llevado a otro contexto donde los materiales esperan ser hablados, porque el acto de hablar a través de este objeto manifiesta un hacer.


 Los residuos del animal se vuelven simbólicos, tradicionales (artesanía) han conformado una materialidad impensada, indiferente y diferente en el cuerno, que siendo residuo, desperdicio nos traslada a la idea original de que alguna vez fue ser vivo. Ahora son fragmentos de campo, que no han sido borrados, pero si invisibilizados como sus demás partes destinadas a la desaparición y a una lenta dispersión tanto física como mental.


 Al invisibilizarse el animal, se hace latente el cuerno, quedando como un despojo que es tomado y dejado a la deriva, alivianando lo violento del acto al cual fue sometido para dar comienzo a un “raudo orden visible Y el desorden lentísimo de su alma” (luz) una transmutación que pareciese incendiarse por un fuego desconocido o un resplandor subterráneo.


 Tal acto pone en evidencia residuos sobrevivientes que el imaginario deja soterrados, pero que son iluminados y resurrectos en la obra, pues se unen fragmentos que son binariamente antagónicos, (luz-cuernos) auscultan un cuerpo recreado.


 “Fragmentos de campo” corre por conductos subalternos que se desvían y toman caminos desconocidos. Se sostiene el desarraigo de los despedazados que siguen despedazándose sin aparecer y sin querer encontrar sus restos en un espacio aparte, desconocido y apático. Seguirán repitiéndose patrones de inmutabilidad, encubrimiento y complicidad. Pues como dice Heidegger: “la obra debe ser abandonada a su puro reposar en sí misma”. Como los fragmentos, siguen siendo tal en la medida que dialoguen en la obra.





Fragmentos de campo.
-->80 x 110 x 15 cm. Caja lacada blanca, luces, cuernos.